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Noche de lluvia

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Había llovido, era evidente, pues no solo la calle de asfalto estaba mojada, sino tambien sus ojos. Asomarse a la ventana y sentir un golpe fresco en su nariz cargado de un delicioso petricor le dió la tranquilidad que buscaba desde el momento en que decidió mirar por la ventana aquella noche carente de estrellas y rica en frías brisas de esas que sacuden hasta los huesos. Se sentía liviana, su alma se habia lavado a puras lágrimas. Todo habia pasado. Pero algo de todo podía jurarlo con plena seguridad, la tormenta había pasado, y con el amanecer de seguro vendria la calma.

COMO UN GATO

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—¡Su carácter es fuerte!  —Dime ¿Has amado a un gato?—cuestioné. —De hecho, nunca he tenido alguno—Contestó. Corría el año dos mil tres quizá cuando cansada de sus berrinches y conducta severamente indomable me di por vencida. —En mis tiempos, yo repasaba la ropa que mis hermanas mayores dejaban en buen estado—me quejé con su hermano mayor quien en silencio me observaba guardar de nuevo el overol jeans que había sido suyo y que yo había estado insistiendo en que su hermano menor usara. —Para que aprenda la lección se quedará en casa y no irá con nosotros. Ibamos al centro comercial y yo sabía que ese era el castigo perfecto por su rebeldía. Se lo hice saber y con dolor en mi corazón ignoré sus súplicas y le dejé llorando para que meditara sobre su conducta. Había caminado una cuadra o un poco más cuando unos pequeños gritos me detuvieron y miré hacia atrás. Él venía corriendo con sus ojitos rojos de tanto llorar y vestía su overol  favorito completamente arrugado por la falta de un pla

CAÑAL EN FLOR

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—Es rosa—sugirió ella refiriendose a mi alma. —Como si eso fuera posible saberlo—refuté. —Por tu forma de ser, es seguro que tu color es Rosa suave, como el cañal en flor—comparó. —Eso no lo sé; es una de las cosas que probablemente nunca llegue a saber.—llené mis pulmones de aire y exhalé lentamente. —Rosa suave, como el cañal en flor.—mascullé. Tenía apenas dos años quizá cuando en nuestros acostumbrados viajes a la capital cada fin de semana, él solía pararse sobre mis piernas cuando dentro de su rango visual aparecía el rosa suave de las flores de caña. Todo el tramo de carretera allá por el desvío al Cerro Verde es cubierto por cañales en flor en alguna  temporada del año; y esos días, aquellas flores rosa suave eran fielmente apreciados por los ojos de un infante. Hubiera dado todo por saber lo que pensaba. Sus ojos abiertos a tope observaban el cañal hasta donde su vista y la velocidad del automotor le permitía. Después de ello volvía a  sentarse  en silencio y recostaba

Lo hermoso al final del día

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 —El amanecer es hermoso. —¡Lo es!—confirmé. —Pero a tí parece gustarte más el atardecer. —¡En efecto!—cerré mis ojos y levanté el rostro para recibir los primeros rayos de sol que comenzaba a calentar no tanto como la taza de chocolate caliente entre mis manos—El amanecer es un regalo, y agradezco por ello cada mañana, pero el atardecer me permite apreciar el final día—di un sorbo a mi chocolate— y es que entre tanto quehacer, el tiempo se va sin que nos demos cuenta y es entonces en que puedo simplemente meditar sobre las cosas que sucedieron durante el día; las cosas por las que agradecer, otras de las cuales aprender y otras para simplemente reflexionar y pedir perdón por ellas si fuera el caso. El asunto es que una vez hayas meditado sobre esto, viene lo interesante. Con el cobijo de la noche y la tenue luz de la luna cierras tus ojos con la fe de que el día de mañana llegará y eso, a pesar de lo incierto que pueda llegar a ser, dormimos en paz y con la esperanza de un amanecer he

El color del Ocaso

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 Naranja. No la fruta, ni el color en si; más bien un cielo infinito con rayos de sol naranja. El sol naranja de un atardecer de un dia cualquiera durante los años ochenta. Un naranja intrínseco de aquellos días de verano, donde el calor era aceptable y el tiempo tortuosamente corría lento. En un campo abierto, donde la maleza yacía casi muerta por la escaséz de lluvia y su languidez coincidía con la gama cromática de aquella escena grabada en la memoria de los recuerdos remembrados cuatro décadas después. El campo abierto que permite captar aquellos rayos de sol filtrados a traves de enormes nubes que perdieron blancura ante el imponente sol naranja que aún a pocas horas del ocaso, muestra su poderío y magestuosidas pincelando el cielo completo de un magnífico color naranja, dispuesto a transmitir calidez con tenues caricias que pretenden anunciar la llegada de la noche. Y al rendirse ante aquellas caricias y cerrar de ojos, el ocaso llega matizando el cielo con otra paleta de colores

Momentos olvidados

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  Hay recuerdos que llegan a la memoria a través de la fragancia de un desconocido que pasó a nuestro lado,  el exquisito aroma de un café en una pastelería del centro, el petricor que nos pica la nariz, una brisa navideña, o la misma brisa a inicios del verano. Puede ser una fotografía, un libro, una serie o película o una canción que sonó en la radio. Y a veces, sin razón aparente o por una conversación cualquiera, una cosa te lleva a la otra y de pronto te embriaga una sensación de melancolía y la añoranza se ensaña en las emociones causando un brote en el pecho que culmina en la mirada cargada de lágrimas que no terminan de salir y se convierten de inmediato en un nudo que se atora en la garganta. Nunca olvidamos; los recuerdos se guardan en algún rincón de nuestra memoria y lanzamos la llave al viento en un momento cualquiera, olvidando que al terminar en manos del tiempo, ésta llave llega en un momento cualquiera de una manera caprichosa,  activando las más antiguas memorias a

Tocar el alma

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 El chapoteo de mis pies sobre los charcos mientras corria huyendo de la lluvia, hacía eco en aquella calle solitaria una mañana lluviosa.  Como por exigencia de mi cuerpo me detuve en el puesto de la anciana Rosa y compré un sueter negro de segunda mano que fue el primero que ella me ofreció como si supiera que era mi color favorito. Aparentemente no lo usaría por mas de 6 meses, pero era perfecto para abrigarme aquella mañana lluviosa que me recalcaba con cada gota mi hipocresía al intentar sorprenderme con su llegada aún sabiendo que estabamos en invierno.  Siendo honesta no esperaba tanto frio y menos una pequeña lluvia en Juayua, No este dia. Pero en fin, ver el pronóstico del tiempo en las noticias no es algo que haga a menudo. A decir verdad, jamás lo hago. Amo la lluvia y por mero masoquismo me encanta el frío. Sin embargo esta mañana no queria abandonar mis cobijas y tampoco me había levantado en buenos términos ni con la mañana gris de Sonsonate y mucho menos con la fría maña