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Mostrando entradas de diciembre, 2022

Noche de lluvia

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Había llovido, era evidente, pues no solo la calle de asfalto estaba mojada, sino tambien sus ojos. Asomarse a la ventana y sentir un golpe fresco en su nariz cargado de un delicioso petricor le dió la tranquilidad que buscaba desde el momento en que decidió mirar por la ventana aquella noche carente de estrellas y rica en frías brisas de esas que sacuden hasta los huesos. Se sentía liviana, su alma se habia lavado a puras lágrimas. Todo habia pasado. Pero algo de todo podía jurarlo con plena seguridad, la tormenta había pasado, y con el amanecer de seguro vendria la calma.

COMO UN GATO

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—¡Su carácter es fuerte!  —Dime ¿Has amado a un gato?—cuestioné. —De hecho, nunca he tenido alguno—Contestó. Corría el año dos mil tres quizá cuando cansada de sus berrinches y conducta severamente indomable me di por vencida. —En mis tiempos, yo repasaba la ropa que mis hermanas mayores dejaban en buen estado—me quejé con su hermano mayor quien en silencio me observaba guardar de nuevo el overol jeans que había sido suyo y que yo había estado insistiendo en que su hermano menor usara. —Para que aprenda la lección se quedará en casa y no irá con nosotros. Ibamos al centro comercial y yo sabía que ese era el castigo perfecto por su rebeldía. Se lo hice saber y con dolor en mi corazón ignoré sus súplicas y le dejé llorando para que meditara sobre su conducta. Había caminado una cuadra o un poco más cuando unos pequeños gritos me detuvieron y miré hacia atrás. Él venía corriendo con sus ojitos rojos de tanto llorar y vestía su overol  favorito completamente arrugado por la falta de un pla

CAÑAL EN FLOR

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—Es rosa—sugirió ella refiriendose a mi alma. —Como si eso fuera posible saberlo—refuté. —Por tu forma de ser, es seguro que tu color es Rosa suave, como el cañal en flor—comparó. —Eso no lo sé; es una de las cosas que probablemente nunca llegue a saber.—llené mis pulmones de aire y exhalé lentamente. —Rosa suave, como el cañal en flor.—mascullé. Tenía apenas dos años quizá cuando en nuestros acostumbrados viajes a la capital cada fin de semana, él solía pararse sobre mis piernas cuando dentro de su rango visual aparecía el rosa suave de las flores de caña. Todo el tramo de carretera allá por el desvío al Cerro Verde es cubierto por cañales en flor en alguna  temporada del año; y esos días, aquellas flores rosa suave eran fielmente apreciados por los ojos de un infante. Hubiera dado todo por saber lo que pensaba. Sus ojos abiertos a tope observaban el cañal hasta donde su vista y la velocidad del automotor le permitía. Después de ello volvía a  sentarse  en silencio y recostaba

Lo hermoso al final del día

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 —El amanecer es hermoso. —¡Lo es!—confirmé. —Pero a tí parece gustarte más el atardecer. —¡En efecto!—cerré mis ojos y levanté el rostro para recibir los primeros rayos de sol que comenzaba a calentar no tanto como la taza de chocolate caliente entre mis manos—El amanecer es un regalo, y agradezco por ello cada mañana, pero el atardecer me permite apreciar el final día—di un sorbo a mi chocolate— y es que entre tanto quehacer, el tiempo se va sin que nos demos cuenta y es entonces en que puedo simplemente meditar sobre las cosas que sucedieron durante el día; las cosas por las que agradecer, otras de las cuales aprender y otras para simplemente reflexionar y pedir perdón por ellas si fuera el caso. El asunto es que una vez hayas meditado sobre esto, viene lo interesante. Con el cobijo de la noche y la tenue luz de la luna cierras tus ojos con la fe de que el día de mañana llegará y eso, a pesar de lo incierto que pueda llegar a ser, dormimos en paz y con la esperanza de un amanecer he